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Comienza el viaje: el tren de Madrid a París

Nervioso porque al fin conseguía realizar uno de mis sueños ferroviarios, viajar en tren de Madrid a París, comenzaba una de las vacaciones que con más ganas he tomado. Llegar hasta Bath y Oxford, desde Madrid, pero siempre en tren.

Con esa ilusión me encontraba en la estación de Chamartín a las 6 de la tarde, pues una hora más tarde partía el Elipsos TrenHotel, el Francisco de Goya que llegaría más de 12 horas después a la estación de París Austerlitz en la capital francesa.

Llegue con una hora de antelación dispuesto también a conocer la Sala Club a la que tienen acceso libros los viajeros de Ave de clase preferente, y en este caso, los usuarios del Elipsos que viajan en clase preferente y en Gran Clase, como era mi caso. Sí, un exceso por mi parte el escoger la clase más alta, pero el viaje merecía la pena y quería disfrutarlo en buena compañía. Viajar en «Gran Clase» incluye, por cierto, la cena y el desayuno.

La sala Club de Chamartín no tiene nada que ver con la de Atocha. Mucho más antigua la de Chamartín y con menos tentempiés para ofrecer. En ésta había bebidas suficientes (café, refrescos, cervezas, agua…) y aperitivos y frutos secos, pero le faltaba por ejemplo, bollería, que en Atocha sí tienen. Además, Chamartín tampoco tiene Wifi, lo que hoy día, teniendo en cuenta que estas salas pueden utilizarlas clientes de negocio, debería ser imprescindible.

A las 7 en punto partió al fin el tren a París desde la plataforma 15. Ya desde el principio me dí cuenta que se trata de una máquina bastante antigua, y de que los vagones desde luego, tampoco es que sean precisamente modernos.

La cabina Gran Clase es para dos personas y tiene baño propio, con ducha, wc y un lavabo. Además tienes dos botellines de agua y dos neceser con lo indispensable.

Sin embargo, la cabina es sorprendetemente estrecha. De hecho, sentado en la butaca no se pueden estirar completamente las piernas pues tropiezan con la pared que queda justo enfrente. Esas dosbutacas luego se transforman en dos literas, también bastante estrechas. La verdad es que, tratándose de Gran Clase, el compartimento es bastante antiguo, las paredes estaban viejas y la moqueta algo manchada. Y un fallo que creo muy importante es que no haya ni una mesita donde apoyar el portátil o el libro o simplemente el librito de crucigramas. Al menos, eso sí, la atención del interventor del vagón fue excelente.

Para la cena y el desayuno lo mejor es reservar nada más acomodarse. Para la cena hay dos turnos, a las 8 y a las 10, de modo que lo hicimos a las 10 pensando que en la primera hora habría más niños. Desgraciadamente, a las 10, el restaurante estaba lleno y a pesar de que teníamos reserva casi nos quedamos sin mesa, no sabemos si por olvido o por qué. Además, debéis llegar pronto porque resulta que hay mesas de 2 y de 4 personas, y si, siendo pareja, están ya todas las mesas de 2 repartidas, tendréis que compartir alguna de las mesas para 4. Primer punto negativo del restaurante. El segundo punto negativo, y, sin duda, el peor de este primer viaje, fue el encargado del restaurante. Hacía tiempo que no veía a alguien tan desagradable para servir una mesa. Aparte de las malas contestaciones que tuvo hacia los clientes por la desorganización en las reservas, eran gestos como el ni siquiera dar las buenas noches, saludar o acercarse con la más mínima sonrisa.

Al menos la comida estaba realmente bien. Platos no demasiado grandes, pero muy bien cocinados. Eran menús, a los que ellos llaman Gourmet y que consistían en entrante (a elegir entre 4 platos), plato principal (también a elegir entre 4) y postre (también a elección). Además, pan, bebida, café y licor.

Entre los entrantes, gazpacho, ensalada César, tortilla española o surtido de ibéricos. Entre los platos principales, costillas de cordero, corvina en salsa o habitas con jamón, y entre los postres, surtido de quesos, profiteroles con chocolate o natillas.

Por cierto, el desayuno consistía en café y zumo, tostada, un poco de fruta cortada y un dulce.

El trayecto fue bastante movido. Tanto que incluso ahora, varias horas después, aún estoy ligeramente mareado y el cuerpo parece movérseme solo, como si hubiera viajado en barco, cosa que jamás me había ocurrido, y eso que he hecho ya bastantes viajes en tren (muchos).

En fin, que fue ilusionante hacer este viaje por el tiempo, por el destino, por la compañía y por todo lo que conlleva este tipo de viajes y el encanto que todos los trenes así tienen.

Mañana haré el viaje en Eurostar, por el Eurotúnel, de París a Londres. Ya os contaré…

De momento, os dejo con toda la información práctica de este Elipsos Trenhotel: tren Madrid París

Recordad que podéis seguir mi viaje en: viaje a Bath