Cuarto día de viaje: Colmar

Colmar

Colmar, en Francia

Nuevo viaje en tren: esta vez de Estrasburgo a Colmar, una bellísima localidad, también alsaciana, que se encuentra a unos 80 kms. al sur de la localidad estrasburguesa.

A este paso, la web de TGV-Europe.com acabará por convertirse en mi biblia viajera, pues me está resultando un complemento perfecto para este viaje, sobre todo, por lo que me estoy moviendo de un sitio a otro. De hecho, como ayer camino a Mulhouse, lo primero que hice esta mañana fue comprobar en la web los horarios y precios para salir a primera hora e intentar volver para la hora del almuerzo. Y de nuevo, los resultados fueron buenos para mí pues había varias opciones.

Viajar en tren de Estrasburgo a Colmar es fácil pues hay trenes casi cada media hora (entre media hora y cincuenta minutos, según los tramos horarios). Además, no van demasiado llenos por lo que sólo hay que presentarse 15 minutos antes bien con el billete ya sacado por Internet, o bien sacarlo en la máquina expendedora (de nuevo resultó más caro si se saca pocos minutos antes de la salida en la Gare que si se hace con antelación, online). El precio del billete es de 14 euros en el tren de alta velocidad y de 11,50 euros en el regional.

Evidentemente, el gran objetivo de mi visita a esta ciudad que cuenta con unos 65.000 habitantes era ver el barrio conocido como «Little Venice«. El nombre me evocaba gratísimos recuerdos: el de aquel viaje que hice hace tres años a la bellísima Venecia, a la nostalgia de sus canales, a la tristeza reposada de sus antiguas y cansadas piedras y a la serenísima melodía del discurrir de sus aguas por entre sus calles. ¿Sería posible que Colmar tuviera algo de aquéllo?

Llegar hasta Little Venice desde la estación es muy sencillo. Sólo tenéis que tomar la gran avenida que hay frente a la estación, la Avenida Poincaré, y avanzar unos 500 metros hasta la cuarta calle perpendicular, la Rue des Americains, a la izquierda. Desde allí, todo recto os adentraréis en el mismísimo corazón de la pequeña Venecia.

El impacto visual de la primera revuelta del río Lauch es de esas visiones que quitan el aliento por lo inesperado. Si la ciudad se abre en una amplia plaza empedrada rodeada por casas de estilo borgoñón, del siglo XVI (más o menos al estilo de las de la Petite France de Estrasburgo) la visión que ofrece el devenir de las aguas del río entre sus casas le dan un espíritu liberador indefinible. Las aguas discurren calmas por un estrecho sendero que se abre paso entre robustas casas de piedras, pasando bajo puentes de hierro bellamente labrados y adornados con flores invernales, y a cuyas riberas se disponen terrazas, unas particulares con flores, y otras de uso público de bares y restaurantes que aprovechan los recovecos para poner sus típicas mesitas.

Colmar

El resultado es una zona muy romántica por donde apetece pasear sin rumbo ni ruido, sin hablar, simplemente escuchando el agua (aunque a veces el silencio queda alterado por la mucha juventud que hay en Colmar) y embriagado por su belleza. Las casas son el complemento perfecto a tanta armonía. Casas cuidadas al más mínimo detalle, adornadas en madera, ricas en Historia pues la mayoría datan del siglo XVI, época en la que Colmar vivió sus años de mayor esplendor, cuando era un puerto fluvial importantísimo en Francia pues hasta allí se transportaba el rico vino alsaciano.

Little Venecia. Sí, quizás se parezcan en fisonomía pero no en alma. Mientras Venecia desprende una belleza labrada a martillo y cincel con cantos de agonía que transmiten su nostalgia y su incierto futuro, este barrio de Colmar emite una belleza alegre, gritos de libertad y de esperanza en su propio futuro.

No en vano Colmar está considera como la ciudad mejor conservada de la Alsacia.

Fue mi primera visita, y aunque la ciudad puede presumir de otros monumentos, ya nada me supo igual, pues mi cuerpo insistía en mover mis pasos de nuevo hacia los canales. La Iglesia de St. Martin, o la Iglesia Dominicana, o incluso el enorme convento que alberga el Museo de Unterlinden, son monumentales, es cierto. E históricas. Las calles, como muchas de Estrasburgo, provienen de las épocas en que los barrios se diferenciaban según las labores que en ellas se desarrollaban. Así son dignas de visitar la Rue des Tètes, la Rue Mercière o la Rue des Tanneurs, límite natural de Little Venice.

También es agradable el paseo por la Rue des Clefs y por la Grand Rue, ambas peatonales. La primera repleta de tiendas y locales donde comprar recuerdos; la segunda llena de los típicos Winetube que tanto se estilan (casas clásicas alsacianas donde se sirven una exquisita variedad de vino y donde preferentemente se comen platos tradicionales).

Llegaba el momento de volver a la capital. De dejar atrás la tranquilidad de esos instantes para comenzar a pensar ya en el regreso a casa.

Mañana a primera hora haré las maletas y emprenderé el viaje de vuelta. De nuevo en tren, por supuesto.

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Categorias: Viajes en tren



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