Entre las brumas de la noche y el día
Hubo un tiempo en que la noche me acompañaba en el viaje. Esperaba en la estación, con la mirada perdida, con un maldito puño atenazando el corazón cada vez que partía; las nieblas, siempre acechando; las brumas y el rocío, enemigas irreconciliables.
Dejaba atrás lo conocido, lleno de esperanza, dispuesto a resurgir y demostrarme que el mundo era mío, que solo podría enfrentarme a mis miedos, a mis ansiedades, a mis penas. Soledad. Como figura invisible, como ánima perdida; allí yacía inerte mientras al lado la vida parecía dar la espalda; mientras las miradas grises y turbias se aprestaban a perderse en la lejanía como si me atravesaran, como si no existiera…
Una primera luz. La que me hacía girar la cabeza. La que me obligaba a levantarme de aquel banco perdido en la estación. El primer sonido. El hálito de las bielas del tren. El del silencio rompiéndose en mil pedazos. El del traqueteo de la vida que volvía a aparecer. Mi amigo, mi compañero. Hacia mí. Lo sabía. Buscándome. Dispuesto una vez más a no dejarme abandonado, a llevarme allá donde yo necesitara. Juntos.
Juntos, sí, mientras con paso cansino mi tren se adentraba en la bruma, entre los silenciosos árboles, entre lágrimas mecánicas, entre quejidos dolorosos marcado por el paso de los años. Sí, cansados pero compañeros. Al fin y al cabo, con él, en sus viejos asientos gastados limaba mis culpas. Por sus ventanillas sucias veía pasar el mundo, mi mundo, mientras mi alma tomaba color. Reverdeciendo. Con cada aliento mío. Con cada movimiento suyo.
Sí, con él, con mi compañero fiel, con mi tren. Con él aprendí que por muy viejo y muy cansado que se esté el destino siempre está al alcance de la mano. Con él supe que las brumas siempre se quedarían a mis pies si así me lo propusiera. Con él conocí a dominar mis miedos y a saber que nunca estaría solo. Mi tren, mi compañero de viaje, mi pegaso alado.

Categorias: Fotos de trenes
Bielas, bielas del tren. Y no, vielas.
Gracias.
Buen detalle, no habitual, corrigiendo el error. A.
Un relato muy vívido,hasta me hizo sentir frío.
Gracias, Marcela, me alegro que te haya gustado.